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Portal de Psiconcología Argentina - Psicoterapias del Cáncer


Winncott entre ollas y manteles.

por Paula Larotonda

Cuando el hogar tiene su geograf�a de territorios y fragancias propicias a la exploraci�n. Con sus rincones, sus olores diversos...Hoy: el centro del universo winnicottiano, la cocina...

 


M
e interesa destacar aqu� algunas an�cdotas de la vida de DWW, las que recortan ciertos rasgos de su persona, aquellos ligados a su capacidad de jugar y a su sentido del humor, y que -de alg�n u otro modo- dan cuenta de lo que �l mismo teoriz� respecto de la salud ps�quica: "Cuando no somos locos, somos pobres". El par riqueza/pobreza ps�quica estar� signado por la capacidad del sujeto para entrar y salir de esos estados que Winnicott denomin� de "no integraci�n": momentos de "locura", de dispersi�n, zonas de no saber, en las que se encuentran suspendidas las referencias narcis�sticas a las que uno se encuentra inevitablemente atado.
Ser un poco loco -en el marco de su intimidad- le hac�a a DWW vivir la vida con pasi�n y -tal como escrib�a- con la ingenuidad de un ni�o que dibuja y dice las m�s geniales obviedades....
Cuenta Mrs. Winnicott que su esposo, Donald, adoraba las cocinas de las casas. Cuando viajaban por Francia sol�an detenerse en peque�as posadas ubicadas a la vera del camino, y cada vez, ella se preguntaba a s� misma cu�nto tiempo �l aguantar�a antes de ir a la cocina. Winnicott hab�a experienciado desde ni�o, en su hogar -y m�s precisamente en su cocina- esa "locura" tan necesaria para vivir la vida. En una ocasi�n, la familia Winnicott hab�a celebrado la rotura de un ca�o de la cocina -ocasi�n de una gran aventura acu�tica para los menores-. As�, la cocina era su lugar predilecto.
Creo que no podr�a haber sido de otro modo: las cocinas son el territorio familiar por excelencia, una zona que se reconoce as� como el infans reconoce a su madre: por el olor...Quiz�s los olores, entonces, sean lo m�s primordial, lo �ntimamente asociado a lo materno, la sustancia m�s real de la que est�n hechos los recuerdos (1) (Reflexionaba Bachelard: "El olor en su primera expansi�n es una ra�z del mundo, una verdad de infancia").
La cocina es ese primer lugar que resiste al paso del tiempo, la parte m�s importante de aquella casa adonde "todo" ocurri�. (Winnicott sol�a decir: "A los nueve a�os ya todo me hab�a ocurrido, ni en esp�ritu ni en estilo he crecido desde entonces"). All�, seguramente se "comen" los primeros significantes: este por mam�, este por pap�...All� algo se prepara, se crea, luego se suscita una espera, algo finalmente se recibe, se da...Con el tiempo ser� espacio de exploraci�n: cajones, cacharros, cacerolas, manteles -ruidos, reverberancias, texturas, ingredientes-, lugar de juegos y de sabores: dulce, salado, fr�o, caliente. M�s tarde la tertulia: lugar de encuentro, de nuevos descubrimientos...
Se suele hablar de "la cocina" de un cierto asunto para nombrar las bambalinas, aquello que est� m�s oculto para los extra�os, m�s preservado a lo propio, adonde se resuelven las cosas en intimidad, donde suceden cosas que no pueden formalizarse demasiado, all� cuando las recetas llegan a ese punto en que lo m�s importante es "la mano", la pizca de esto o de aquello, aquello intransmisible de la particularidad, el sello personal -o familiar- , lo que hace diferencia.
La cocina: espacio que encierra ritos y mitos familiares: las rosquitas de mi abuela, la presencia de mam�, mi hijita due�a del estante m�s bajo -lleno de sus objetitos m�s sagrados-, una ronda de mate...una historia que da vueltas, a fuego lento, como la vida.
Retomamos las ideas desarrolladas con una narraci�n de Mar�a Julieta Motta (2) que presentamos a continuaci�n.


Primera vez que sue�o con olores -pens� Zoilo. En su adormecimiento le llegaba el perfume a tomillo y romero con que su "mama" condimentaba el guiso; de pronto el aroma cambi�, se hizo penetrante como la tierra que sembraba, sutil como los bosques que atravesaba cada d�a, dulz�n en la piel de su amada. Se mec�a en ese ensue�o cuando con desagrado olfate� la sangre del cerdo reci�n carneado, la humeante bosta de los establos, la humedad de los hongos que deb�a recoger. El sue�o se hizo m�s pesado, en vano quiso escapar de los olores de siempre: trabajo, miseria y esperanzarse con su viaje a la ciudad.
Despert� y todo fue familiar, el perfume del pan reci�n horneado y del mate cocido invadieron su olfato. La voz de la "mama" son� clara:
-Vamos, Zoilo, despertate, ya son las cinco.



1 - "Los cuartos de las casas perdidas, los corredores, el s�tano y el granero son yacimientos de olores fieles, en los recuerdos de nuestra infancia" Gaston Bachelard, La po�tica de la enso�aci�n, Ed. Fondo de Cultura Econ�mica, 1993
2 - Autora de "Ojal� fuera Luna", cuentos y poes�a, Ed. Dunken, Buenos Aires, 2000; y, entre otras cosas, mi madre.