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Me interesa
destacar aqu� algunas an�cdotas de la vida de DWW, las que recortan ciertos
rasgos de su persona, aquellos ligados a su capacidad de jugar y a su
sentido del humor, y que -de alg�n u otro modo- dan cuenta de lo que �l
mismo teoriz� respecto de la salud ps�quica: "Cuando no somos locos, somos
pobres". El par riqueza/pobreza ps�quica estar� signado por la capacidad
del sujeto para entrar y salir de esos estados que Winnicott denomin�
de "no integraci�n": momentos de "locura", de dispersi�n, zonas de no
saber, en las que se encuentran suspendidas las referencias narcis�sticas
a las que uno se encuentra inevitablemente atado.
Ser un poco loco -en el marco de su intimidad- le hac�a a DWW vivir la
vida con pasi�n y -tal como escrib�a- con la ingenuidad de un ni�o que
dibuja y dice las m�s geniales obviedades....
Cuenta Mrs. Winnicott que su esposo, Donald, adoraba las cocinas de las
casas. Cuando viajaban por Francia sol�an detenerse en peque�as posadas
ubicadas a la vera del camino, y cada vez, ella se preguntaba a s� misma
cu�nto tiempo �l aguantar�a antes de ir a la cocina. Winnicott hab�a experienciado
desde ni�o, en su hogar -y m�s precisamente en su cocina- esa "locura"
tan necesaria para vivir la vida. En una ocasi�n, la familia Winnicott
hab�a celebrado la rotura de un ca�o de la cocina -ocasi�n de una gran
aventura acu�tica para los menores-. As�, la cocina era su lugar predilecto.
Creo que no podr�a haber sido de otro modo: las cocinas son el territorio
familiar por excelencia, una zona que se reconoce as� como el infans reconoce
a su madre: por el olor...Quiz�s los olores, entonces, sean lo m�s primordial,
lo �ntimamente asociado a lo materno, la sustancia m�s real de la que
est�n hechos los recuerdos (1) (Reflexionaba Bachelard: "El olor en su primera
expansi�n es una ra�z del mundo, una verdad de infancia").
La cocina es ese primer lugar que resiste al paso del tiempo, la parte
m�s importante de aquella casa adonde "todo" ocurri�. (Winnicott sol�a
decir: "A los nueve a�os ya todo me hab�a ocurrido, ni en esp�ritu ni
en estilo he crecido desde entonces"). All�, seguramente se "comen" los
primeros significantes: este por mam�, este por pap�...All� algo se prepara,
se crea, luego se suscita una espera, algo finalmente se recibe, se da...Con
el tiempo ser� espacio de exploraci�n: cajones, cacharros, cacerolas,
manteles -ruidos, reverberancias, texturas, ingredientes-, lugar de juegos
y de sabores: dulce, salado, fr�o, caliente. M�s tarde la tertulia: lugar
de encuentro, de nuevos descubrimientos...
Se suele hablar de "la cocina" de un cierto asunto para nombrar las bambalinas,
aquello que est� m�s oculto para los extra�os, m�s preservado a lo propio,
adonde se resuelven las cosas en intimidad, donde suceden cosas que no
pueden formalizarse demasiado, all� cuando las recetas llegan a ese punto
en que lo m�s importante es "la mano", la pizca de esto o de aquello,
aquello intransmisible de la particularidad, el sello personal -o familiar-
, lo que hace diferencia.
La cocina: espacio que encierra ritos y mitos familiares: las rosquitas
de mi abuela, la presencia de mam�, mi hijita due�a del estante m�s bajo
-lleno de sus objetitos m�s sagrados-, una ronda de mate...una historia
que da vueltas, a fuego lento, como la vida.
Retomamos las ideas desarrolladas con una narraci�n de Mar�a Julieta Motta (2) que presentamos
a continuaci�n.
Primera vez que sue�o con olores -pens� Zoilo. En su
adormecimiento le llegaba el perfume a tomillo y romero con
que su "mama" condimentaba el guiso; de pronto el aroma
cambi�, se hizo penetrante como la tierra que sembraba, sutil
como los bosques que atravesaba cada d�a, dulz�n en la piel de
su amada. Se mec�a en ese ensue�o cuando con desagrado olfate�
la sangre del cerdo reci�n carneado, la humeante bosta de los
establos, la humedad de los hongos que deb�a recoger. El sue�o
se hizo m�s pesado, en vano quiso escapar de los olores de
siempre: trabajo, miseria y esperanzarse con su viaje a la
ciudad. Despert� y todo fue familiar, el perfume del pan
reci�n horneado y del mate cocido invadieron su olfato. La voz
de la "mama" son� clara: -Vamos, Zoilo, despertate, ya son
las cinco.
1 - "Los cuartos de
las casas perdidas, los corredores, el s�tano y el granero son
yacimientos de olores fieles, en los recuerdos de nuestra
infancia" Gaston Bachelard, La po�tica de la enso�aci�n, Ed.
Fondo de Cultura Econ�mica, 1993 2 - Autora de "Ojal� fuera
Luna", cuentos y poes�a, Ed. Dunken, Buenos Aires, 2000; y,
entre otras cosas, mi madre. |